¿Es posible vivir en una sociedad libre de emisiones?

La transición energética implica cambiar la matriz energética, pero también transformar las infraestructuras, la movilidad y la industria. Y ya hay un lugar donde esto comienza a ser una realidad.
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En un mundo donde el cambio climático se ha convertido en uno de los desafíos más apremiantes, la búsqueda de una sociedad libre de emisiones cobra una relevancia sin precedentes. El Acuerdo de París, suscrito por casi todos los países del mundo, establece metas ambiciosas para limitar el calentamiento global, y Oslo, la capital de Noruega, se posiciona como un ejemplo inspirador en esta carrera hacia la sostenibilidad.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

El firme compromiso de Noruega con la sostenibilidad

El Acuerdo de París, firmado por casi todos los países del mundo, busca limitar el calentamiento global a menos de 2 °C, y preferiblemente a 1.5 grados, en comparación con los niveles preindustriales. Para lograrlo, es imprescindible descarbonizar múltiples sectores de la economía. En este sentido, las energías renovables, como la solar y la eólica, juegan un papel crucial. Sin embargo, la transición energética va más allá de cambiar la matriz energética; implica también la transformación de las infraestructuras, la movilidad y la industria.

Así lo entendió el gobierno noruego en 2015 cuando, tras la adopción de la Agenda 2030, asignó la responsabilidad del cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a cada uno de sus ministerios. 

Tras años de inversión y desarrollo, Noruega se erige hoy como líder indiscutible en el uso de energía limpia, con la energía hidroeléctrica como su columna vertebral. Gracias a sus más de mil fiordos, las centrales hidroeléctricas noruegas generan aproximadamente el 88 % de toda la energía consumida, lo que consolida al país como el mayor productor de energía hidráulica en Europa.

Este dato se complementa con un creciente interés por la energía eólica y solar, que han visto un incremento significativo en inversiones recientes. Juntas, estas fuentes renovables permiten que el sistema eléctrico noruego se alimente en un 98% de energía renovable.

 

                           “El sistema eléctrico noruego se alimenta en un 98% de energía renovable.”

 

Un esfuerzo que le ha valido ser reconocido por el índice ND-Gain publicado por la Universidad de Notre-Dame, como el país más preparado para enfrentarse a los desafíos del cambio climático. Y que también ha posicionado a Oslo, su capital, como una ciudad ejemplar en términos de sostenibilidad. Acompáñanos en este viaje por la ciudad que aspira a alcanzar cero emisiones en 2030, y descubre las claves que la están guiando hacia ese ambicioso objetivo.

 

Oslo, referente en energía renovable y eficiencia energética 

Oslo destaca como una de las ciudades de más rápido crecimiento en Europa, y en ese proceso, ofrece las claves de una transición sostenible. En el corazón de su transformación urbana, la industria de la construcción desempeña un papel crucial, ahora encaminada hacia un futuro de cero emisiones netas. Esto se logra mediante la implementación energías renovables, sistemas que mejoran la eficiencia energética y otras innovaciones que reducen el uso de combustibles fósiles.

Un brillante ejemplo de esta revolución es el proyecto Vulkan. Esta antigua zona industrial, ubicada a orillas del río Akerselva, se ha metamorfoseado en un animado núcleo de actividad empresarial y cultural con escuelas, hoteles y edificios residenciales. Vulkan se caracteriza por su arquitectura innovadora y sostenible, que incluye un centro energético local con geopozos de trescientos metros de profundidad y el edificio de oficinas Bellonahuset, dotado de colectores solares para calefacción y refrigeración, lo que demuestra cómo las áreas urbanas pueden regenerarse a través de prácticas sostenibles.

La administración local de Oslo no solo ha apostado por las políticas de generación y consumo de energía en términos arquitectónicos, sino que también se ha minimizado el volumen de materiales que acaban en vertederos.

Y es que uno de los objetivos más ambiciosos de Oslo en materia de circularidad es la significativa reducción de residuos generados en la ciudad. Para alcanzar esta meta, el gobierno local ha puesto en marcha una serie de políticas y medidas que promueven la reducción, reutilización y reciclaje de materiales. Entre estas iniciativas, destaca la introducción de una tasa de residuos que se cobra a los hogares y empresas según la cantidad de desechos que generan.

Oslo también se encamina a ser la primera ciudad del mundo con un sistema de transporte público completamente eléctrico. Autobuses, metro y trenes están electrificados o en proceso de renovarse. Este compromiso se extiende al ámbito privado, donde más del 80% de los coches vendidos en Noruega en 2023 fueron eléctricos, como informa la Federación Noruega de Carreteras.

La ciudad respalda esta transformación con una infraestructura amplia de cargadores rápidos y superrápidos, junto a incentivos fiscales y exenciones de peajes para los propietarios de vehículos eléctricos. Además, se ha incentivado el uso de bicicletas compartidas.

 

Así se está descarbonizando la industria noruega

En Oslo son conscientes de que existen industrias que no se pueden descarbonizar únicamente mediante la electrificación. Por ello, están impulsando el hidrógeno verde como pieza clave en procesos industriales pesados. Por ejemplo, han firmado un acuerdo con Rotterdam para crear, en 2025, un corredor de transporte marítimo ecológico. En concreto, se pondrán en marcha dos portacontenedores de corta distancia, cada uno propulsado por una pila de hidrógeno de 3,2 megavatios. Se estima que cada barco reducirá hasta 25.000 toneladas de CO2 al año. En el sector del cemento noruego también se están desarrollando tecnologías innovadoras que combinan el uso de hidrógeno verde con la captura y el almacenamiento de carbono para reducir las emisiones de CO₂. Un ejemplo de ello es el Longship, un megaproyecto nacional que busca capturar, transportar y almacenar el dióxido de carbono generado por una planta cementera. ¿Su objetivo? Capturar hasta 400.000 toneladas de CO₂ al año.

Oslo nos muestra que una sociedad libre de emisiones no es un sueño utópico, sino una meta alcanzable con determinación, innovación y colaboración política y social.  Para conseguir una ciudad libre de emisiones, la electrificación debe ir acompañada de una sólida estrategia de economía circular, además de fomentar el uso de energías renovables, implementar una movilidad sostenible y desarrollar una planificación urbana verde y resiliente. Mientras el mundo observa, Oslo se adelanta al futuro.