Cuando la naturaleza es cada vez más silenciosa
Los sonidos naturales cumplen una función esencial en los ecosistemas. Hablamos de qué es el silencio ecológico y qué significa para la biodiversidad.
Los paisajes sonoros naturales atesoran tanta o más información que la que obtenemos a través de la vista. Muchos animales, desde aves y mamíferos hasta insectos y anfibios, se esconden de nosotros, pero emiten vocalizaciones que delatan su presencia. Su escucha profunda permite descubrir la verdadera dimensión de la naturaleza. ¿Y qué es lo que nos cuenta exactamente? En este artículo veremos que no son buenas noticias.
Los sonidos de la naturaleza conforman una sinfonía constante y vital. Asegura el experto Carlos de Hita que “el sonido es el relato que la naturaleza hace de sí misma”. Cuando los animales cantan, croan, estridulan, gruñen o berrean nos están contando una historia que podemos interpretar o, sencillamente, disfrutar. Sin embargo, la creciente ausencia de estos sonidos en muchos entornos naturales refleja una preocupante degradación ambiental que pone en riesgo la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas.
El silencio no existe en los paisajes sonoros musicales
Carlos de Hita es un experto “en viajar de oídas”, como se define en su libro “Sonidos del mundo” (Anaya Touring, 2022). Este explorador de paisajes sonoros naturales con cuatro décadas de experiencia grabando profesionalmente sonidos de la naturaleza por todo el mundo lo tiene muy claro. “Hoy en día hay menos voces en la naturaleza”, advierte. Pero una inmensa mayoría de la población, cada día más urbana y desconectada de los entornos naturales, no es consciente del problema. “Nos estamos quedando sordos a los oídos de la naturaleza hasta el punto de que sus sonidos se están convirtiendo en un exotismo”.
“Nuestro mundo humano cada día es más ruidoso, pero paradójicamente, la naturaleza cada día es más silenciosa.”
Más de uno, harto de la contaminación sonora de la ciudad, pensará que lo natural es que en la naturaleza haya silencio. De hecho, muchos salen al campo en su busca. Pero como Carlos de Hita no se cansa de desmentir, “el silencio de la naturaleza no existe, al menos en términos acústicos. A lo que nosotros llamamos silencio del campo en realidad es sosiego, lo que no excluye el sonido, pero si la perturbación. Porque acústicamente el silencio solo existe en el vacío del espacio estelar”. Nuestro mundo humano cada día es más ruidoso, pero paradójicamente, la naturaleza cada día es más silenciosa.
Fósiles acústicos
La pérdida de intensidad y diversidad de ruidos en los ecosistemas refleja un preocupante declive de la biodiversidad saludable. Los expertos ya hablan incluso de la existencia de auténticos “fósiles acústicos”, de sonidos en peligro de extinción. Pero no tanto porque estén desapareciendo algunas especies, sus cantores, sino sobre todo por la pérdida de las grandes orquestas, de esas espectaculares bandas sonoras que desde hace 100 millones de años saludan a la primavera y que cada vez suenan más pobres; cuentan con menos cantantes y los que quedan lo hacen con menos ganas y durante menos tiempo.
“El coro del alba tiene ahora menos sustancia, dura menos y no es una explosión como la de antes”, confirma el ornitólogo británico Dave Langlois, autor de un libro fabuloso, ‘Los cantos de las aves. El orfeón olvidado’ (Tundra, 2022). Con la experiencia de sus 75 años de escucha activa de las aves, se lamenta que “ahora este coro del alba ya no dura ni media hora, están como mucho diez minutos y a medio gas”.
Numerosos trabajos científicos documentan este empobrecimiento de los paisajes sonoros naturales, que están siendo alterados y quedando en silencio. Un estudio de 2021 publicado en la revista Nature sobre 200.000 zonas naturales de América del Norte y Europa encontró “una pérdida generalizada de la diversidad acústica e intensidad de los paisajes sonoros naturales en ambos continentes durante los últimos 25 años, impulsada por cambios en la riqueza y abundancia de especies”.
También el mar enmudece. Por culpa de la contaminación, los ruidos de las embarcaciones y el cambio climático, desde 1950 se ha perdido más de la mitad de los arrecifes de coral del mundo. Bucear en ellos es nadar en medio de un silencio sepulcral.
Ecosistemas enmudecidos
El fenómeno conocido como "silencio ecológico" es un síntoma evidente de la actual situación ambiental. La desaparición o disminución de las especies animales debido a la deforestación, la contaminación o la expansión urbana provoca la pérdida de sus más característicos sonidos. Por ejemplo, la tala indiscriminada de bosques no solo elimina el hábitat de innumerables especies, sino que también reduce drásticamente los cantos de aves e insectos que antes conformaban su paisaje sonoro.
La ausencia de sonidos naturales también tiene implicaciones directas para el equilibrio ecológico. Los sonidos cumplen funciones esenciales en los ecosistemas: facilitan la comunicación entre individuos de una misma especie, advierten sobre la presencia de depredadores y permiten la sincronización de sus actividades reproductivas. Sin estos elementos sonoros, los ciclos vitales de muchos animales pueden verse alterados.
Además, las variaciones en las temperaturas y los patrones climáticos afectan directamente a los hábitats naturales, provocando migraciones forzadas o extinciones locales. La desaparición de especies animales y vegetales contribuye al deterioro del paisaje sonoro natural. Adicionalmente, la contaminación acústica generada por las actividades humanas en zonas naturales dificulta que los sonidos de la fauna sean bien percibidos, imponiendo una barrera aún mayor a la comunicación animal.
La bioacústica estudia el problema de los paisajes sonoros naturales
Si el sonido es tan importante, resulta lógico que necesitemos tener oídos atentos por todas partes. Es lo que pretende la bioacústica, disciplina que analiza los sonidos producidos por los seres vivos y su relación con el entorno, una especialidad que se ha convertido en herramienta fundamental para el estudio de la biodiversidad.
A través del registro y análisis de paisajes sonoros naturales, los científicos pueden identificar patrones de presencia, distribución y comportamiento de las especies. La bioacústica permite detectar especies difíciles de observar directamente, monitorear ecosistemas a gran escala y evaluar el impacto de actividades humanas sobre la fauna. Su aplicación no solo ayuda a documentar la biodiversidad existente, sino también a desarrollar estrategias de conservación más efectivas.
“A través del registro y análisis de paisajes sonoros naturales, los científicos pueden identificar patrones de presencia, distribución y comportamiento de las especies”.
Gracias a los últimos avances tecnológicos, que permiten usar sensores cada vez más sofisticados para grabar sin parar durante meses, unido al uso de la inteligencia artificial que permite identificar automáticamente los sonidos, los investigadores obtienen una visión detallada de la abundancia, diversidad taxonómica y funcional de las especies prácticamente en tiempo real.
Ahora mismo hay instalados cientos de miles de micrófonos por todo el mundo, programados para grabar automáticamente miles de horas de paisajes sonoros naturales. Se usan luego complejos algoritmos, parecidos a los de reconocimiento de voz de nuestros móviles, que son capaces de identificar a qué especie pertenece cada canto e incluso en qué condiciones ambientales viven. Se obtiene así una información que puede ser medida, estandarizada y analizada, permitiendo establecer su evolución y poder compararla luego entre regiones o con registros antiguos. Pero los resultados no son nada halagüeños. Investigadores como el profesor Steve Simpson, de la Universidad de Bristol, han detectado lugares en los que existe un “silencio sepulcral”.
Los seres vivos somos extremadamente sensibles a las condiciones climáticas. Necesitamos determinados niveles muy concretos de lluvias, humedad o temperatura para poder reproducirnos y sobrevivir. A medida que esas condiciones se van haciendo menos favorables para algunas especies, cantan menos porque su número desciende, lo hacen antes o después, o directamente se callan y desaparecen. Nos faltan cantantes y los que quedan están perdiendo fuelle. Y eso supone un claro empobrecimiento de la banda sonora de la naturaleza.
La primavera silenciosa
En 1962, la bióloga americana Rachel Carson ya advertía en su famoso libro “Primavera silenciosa” que, si la humanidad no dejaba de destruir la naturaleza, especialmente mediante el uso de pesticidas como el DDT, la cantidad de aves y otras criaturas salvajes seguiría disminuyendo y el silencio comenzaría a reinar sobre el mundo natural. Sus temores se han convertido en una certera profecía.
“La preservación de los sonidos naturales no es solo una cuestión estética o cultural, sino un indicador vital del estado de nuestros ecosistemas.”
“Un gran silencio se está extendiendo por el mundo natural, al mismo tiempo que el sonido del hombre se está volviendo ensordecedor”, coincide Bernie Krause, músico, científico y naturalista, en su libro “La gran orquesta animal” (Factoría K, 2021). En 1993, planteó que cuanta más diversidad tiene un ecosistema, más variaciones sonoras hay en él y más saludable será el entorno. Por el contrario, si el rango de ruido es reducido, evidencia que la biodiversidad está afectada negativamente.
Preservar los paisajes sonoros naturales es preservar el medio ambiente
Frente a la evidencia de una creciente pérdida del paisaje sonoro natural, resulta crucial implementar medidas efectivas de conservación y restauración de ecosistemas que ayuden a recuperar ese silencio lleno de sonidos de los que habla De Hita. La protección de reservas naturales, la reforestación y la regulación de la contaminación acústica son acciones esenciales para recuperar los sonidos perdidos de la naturaleza. Además, iniciativas como la grabación y el monitoreo de paisajes sonoros naturales pueden proporcionar datos valiosos sobre el estado de la biodiversidad, su evolución y guiar estrategias efectivas de conservación.
La preservación de los sonidos naturales no es solo una cuestión estética o cultural, sino un indicador vital del estado de nuestros ecosistemas. Escuchar la naturaleza con atención ayuda a que la vida florezca, que los ecosistemas mantengan sus equilibrios y que la biodiversidad esté protegida.
La lucha contra la degradación ambiental debe incluir por tanto el compromiso de devolverle al mundo su voz natural, garantizando un futuro en el que el silencio no sea el testimonio de una pérdida, sino espacio de contemplación entre las armonías vivas de la naturaleza.