Paisajes y residuos, una realidad contra la que combatir

El «littering» describe una realidad grave que pone en riesgo muchos entornos naturales y urbanos. Podemos tomar medidas como las que contamos en este artículo para abordar el problema.
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Colillas en los alcorques, las cunetas de las carreteras, en los parques y en las playas, en las laderas montañosas y en el paso a las lagunas... Una colilla tarda entre ocho y doce años en degradarse, y su filtro, hecho de acetato de celulosa, es muy contaminante. En los descampados, envases de plástico, también en los extrarradios de las ciudades, en las calles, en zonas verdes...: una botella de plástico necesita quinientos años para descomponerse. Y si está enterrada, más. A estos residuos se añaden otros como latas, toallitas refrescantes, electrodomésticos, tickets de comercios o residuos electrónicos, tantos que, en muchos casos, la basura se integra en el paisaje, en el urbano y en el de la naturaleza.

Según distintos informes, las principales razones por las que se arrojan despojos de manera incívica son la despreocupación medioambiental, la comodidad y la pereza. Las consecuencias: colocar al borde de la extinción a más de un millón de especies animales y vegetales, según las cifras de Naciones Unidas. No solo eso.

Hay basura visible, pero otra escapa a la vista, como los microplásticos marinos, y basura antigua, vestigios de productos que se prohibieron por su efecto contaminante pero que, anteriormente, eran abandonados casi a antojo. La basura destruye hábitats naturales, estimula la colonización de especies invasoras, impacta de modo nocivo en la flora y fauna, amenaza la salud humana y causa la muerte directa de numerosas especies.

 

Islas de plástico en mitad del océano

A nadie se le escapan las imágenes de la isla de plástico que flota en el Pacífico, próxima a Hawái. Contiene aproximadamente 1.8 billones de piezas de plástico, con un peso estimado de 100,000 toneladas, y ocupa un área de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados, más de tres veces la superficie de un país como España o como Francia.

No es la única. Hay, al menos, siete inmensos pecios de plástico en nuestros océanos. Entre Australia y América hay una del tamaño de Irán, y otras se extienden por vastas áreas en el Atlántico, tanto en el norte como en el sur. También se encuentran en el océano Índico, el mar Caribe y el Mediterráneo.

En los últimos años ha habido algunas iniciativas efectivas orientadas a encarar este problema, como The Ocean Cleanup, una fundación que ha desarrollado un método a gran escala de sistemas flotantes estabilizados y pantallas subacuáticas con el propósito de limpiar hasta el 50% de los residuos de esa isla del Pacífico en tan solo cinco años. Asimismo, ganan terreno los bioplásticos como alternativa al plástico tradicional. Al estar fabricados con materiales biodegradables, reducen su dependencia de combustibles fósiles y son mucho más respetuosos con el medio ambiente.

Uno de los proyectos más fascinantes es el desarrollo de enzimas devoraplásticos, procedentes de una bacteria capaz de descomponer la molécula de tereftalato de polietileno (PET), o de robots que ya operan en el agua, desplazándose de manera silenciosa para recuperar desechos flotantes.

 

Contra el vandalismo, contenedores acorazados

La basura en algunas ciudades puede ser un problema si la gestión de los recursos no se maneja de manera eficiente. México DF produce más de mil toneladas diarias de basura, gran parte retirada de las calles. Pero una práctica reciente, la de desvalijar los contenedores en busca de algo de lo que se pueda sacar algún provecho, se está convirtiendo en un serio problema para las grandes urbes. De hecho, Buenos Aires está implantando un sistema de «contenedores antivandálicos» para evitar que se extraiga su contenido.

 

Un desierto vestido con montañas de ropa

La ropa también termina convirtiéndose en basura. El desierto de Atacama, en Chile, alberga entre 11.000 y 59.000 toneladas de residuos textiles anuales. Cada europeo compra una media de 26 kilos de ropa anuales y desecha 11. El textil es ya el cuarto sector con mayor impacto en el medio ambiente.

Para atajar este problema, el gobierno chileno emprendió varias acciones. Por un lado, un programa de erradicación de los vertederos de ropa clandestinos y, por otro, incorporar la ropa usada en la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que obliga a las compañías que importan a hacerse cargo de sus residuos. Desde el sector privado, también se han implementado proyectos para reciclar esas montañas de ropa que alcanzan una altura de quince metros, como la empresa checa Retex, que emplea la tecnología para triturar las toneladas de textil, algo que realizó con anterioridad la chilena Zepeda.

Conviene tener un armario sostenible. A la hora de comprar, es necesario meditar si realmente nos hace falta esa prenda que, a simple vista, nos parece imprescindible. Entre el estímulo y la reacción está la concienciación.

Además de la ropa de segunda mano, existen otras prácticas que contribuyen a la sostenibilidad del sector, como la ropa biodegradable, que puede acabar su ciclo de vida útil convirtiéndose en abono, o el suprarreciclaje («upcycling»), que transforma una prenda desechada en otra de mayor calidad y valor ecológico. También innovaciones tecnológicas, como la liderada por la profesora Veena Sahajwalla, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, que ha desarrollado un proceso para convertir ropa vieja y vidrio mixto en productos de construcción de alta calidad.

 

Las playas se llenan de cristal

El vidrio protagoniza gran parte de los desechos que generamos. A tres horas de San Francisco, en la pequeña localidad de Fort Bragg, los vecinos tiraban su basura a los acantilados. A lo largo de las décadas, la playa hoy conocida como Glass beach acabó llena de botellas de cristal, electrodomésticos o pedazos de automóvil. Estas piezas se fueron convirtiendo en diminutas piedras de cristal. La naturaleza enmendó la plana a los residuos y creó belleza con ellos. Pero el hombre, en ocasiones tan inconsciente del alcance de sus acciones, comenzó a visitar esa insólita playa, que recibe las visitas de unos mil curiosos al día, y a llevarse algunas de esas piedras de recuerdo, alterando, de nuevo, el hábitat que la playa se dio a sí misma.  Algo similar sucedió en la asturiana playa del Bigaral.

Si no se adoptan medidas urgentes, en 2050 la basura crecerá un 70% en el planeta, según el Banco Mundial. Pero podemos revertir los pronósticos. La economía circular, los recursos destinados a I+D, las empresas que apuestan en su modelo de negocio por la concienciación medioambiental, el compromiso ciudadano y una actuación responsable de las distintas entidades públicas y privadas ya están dando sus frutos.

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