El comienzo del mix energético

La gran intensificación del consumo de combustibles fósiles no renovables ha conducido al cambio climático. El inicio del s. XXI es testigo de una revalorización de las fuentes renovables, sobre todo de la eólica y la solar termoeléctrica y fotovoltaica.

En los países industrializados, durante el s. XX, las centrales hidroeléctricas con saltos de agua en cauces fluviales y torrentes, fueron integrándose, progresivamente, en sistemas cada vez más centralizados, en los que los grandes embalses, las térmicas de carbón y las centrales nucleares – que hoy aportan algo más del 6% de la demanda primaria mundial - ocuparían una posición central a partir de 1960. En las décadas finales del siglo XX, esos países incorporaron a su mix energético el gas natural, que, hoy en día, satisface casi el 21% de la demanda mundial para consumo industrial y residencial y para producción de electricidad. Según en informe World Energy Outlook 2012, esta producción continuará aumentando.

El gran consumo de combustibles fósiles no renovables ha conducido a los grandes problemas ambientales

 

La gran intensificación del consumo de combustibles fósiles no renovables ha conducido a la eclosión de los grandes problemas ambientales globales, el más eminente el cambio climático. Este inicio del s. XXI es testigo de una revalorización de la capacidad productiva de las fuentes renovables, sobre todo de la eólica y la solar termoeléctrica y fotovoltaica. Hoy en día, en nuestro entorno, la energía funciona para los consumidores como un intangible: no tocamos carbón ni kilovatios de electricidad ni termias de gas, mucho menos átomos de uranio. Consumimos esa energía distanciados de las fuentes materiales lo que parece conllevar una menor conciencia de su. Así, la percepción contemporánea de la energía en los países con mayor PIB per cápita, se mueve en el registro de lo (falsamente) ilimitado y del aprecio escaso: lo que tanto abunda no puede tener mucho valor. Es preciso aprender a reconocer que la biocapacidad de un planeta limitado impone límites al consumo derrochador, un planeta en el que también viven 1.500 millones de personas que ni tan siquiera disponen de electricidad. 

Hoy, tras miles de años de evolución tecnológica, es posible y preciso cambiar el modelo de producción y consumo de energía, tanto para mantener y acrecentar la calidad de vida, como para configurar un mundo ambiental y socialmente equilibrado. No se trata de volver al fuego, o al deslumbramiento de las primeras bombillas, sino de enseñar y aprender a considerar la humanidad, la naturaleza y la energía como partes interdependientes de una Biosfera cuya limitada biocapacidad no puede ignorarse.

A la hora de configurar un sistema energético que resulte renovable y suficiente, necesitamos aprender a apreciar los recursos naturales como algo que no es ni infinito ni malgastable, como un comienzo de ciclo virtuoso, sin residuos, contaminación y pobreza asociados.