De la economía del cowboy a la economía del astronauta

La economía del astronauta se caracteriza por gestionar de manera eficiente recursos limitados, amenazados por la sobreexplotación y la contaminación.
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Es la década de los 60 y nos encontramos en plena carrera espacial. Rusia y Estados Unidos compiten por llevar al primer hombre a la luna mientras que aquí, sobre la Tierra, comienzan a despertar numerosos movimientos culturales y sociales, entre ellos el ecologismo.

Son años de progreso económico, científico y artístico, pero también de conciencia ambiental. Y un buen retrato de esas nuevas formas de pensar aparecen reflejadas en La economía de la nave espacial llamada tierra, del economista británico Kenneth Boulding. Una obra publicada en 1966, tres años antes de que el primer hombre pisase la luna, que plantea los límites del crecimiento económico del planeta.

En su libro, Boulding defiende la economía del astronauta frente a la economía del cowboy. Pero, ¿qué diferencia a estos dos modelos?

 

 

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Derroche contra eficiencia 

La economía del cowboy hace referencia a cómo se comportaban los vaqueros del lejano oeste durante el siglo XIX. Se aposentaban en algún lugar, consumían los recursos y, una vez agotados, se movían hacia el siguiente destino para repetir la operación. En este sistema, el consumo y la producción generan crecimiento cuando se expanden continuamente.

El mundo, por aquel entonces, parecía infinito. Una fuente inagotable de vida. Sin embargo, apenas faltaba una década para que los astronautas del Apolo 17 tomaran la icónica imagen de la Canica Azul, la primera fotografía que permitía contemplar la Tierra en su totalidad y, sobre todo, en su vulnerabilidad. Nosotros, los seres humanos, vivíamos en una pequeña bola flotando en la inmensidad del universo.

Por suerte, esas expediciones espaciales nos enseñaron mucho más. En la estación espacial, los astronautas se enfrentan a dos problemas: no pueden tirar los deshechos que generan y tampoco pueden ir al supermercado de la esquina a hacer la compra de la semana. Además, subir cualquier suministro hasta allí es muy complejo y sale muy caro.

Cada herramienta, alimento o material se vuelve imprescindible y hacer un buen uso de estos es necesario para el éxito de la misión y la propia supervivencia de los tripulantes. Precisamente por eso, el reciclaje en el espacio está a la orden del día. ¡En la estación espacial se recicla hasta la orina de los astronautas!

Lo que hace Boulding es coger la experiencia en la estación espacial y extrapolarla a la Tierra. Y por eso propone pasar de la visión de la economía del cowboy a una economía del astronauta. Es decir, de una economía linear a una circular

 

La economía circular del astronauta 

La economía del astronauta se caracteriza por gestionar de manera eficiente recursos limitados, amenazados por la sobreexplotación y la contaminación. Esta teoría considera que la Tierra es como una nave espacial encarga de transportar a millones de vidas a través de la inmensidad del espacio en un sistema cerrado, de donde no pueden salir residuos y al que no pueden llegar más recursos. Tenemos lo que tenemos, y es nuestro deber gestionarlo de una manera adecuada para poder garantizar el futuro funcionamiento de nuestra “nave”.

Para nosotros, el éxito de nuestra misión dependerá de la implementación de modelos como la economía circular. Un sistema de aprovechamiento de recursos que emula el funcionamiento cíclico de la naturaleza donde prima la reducción de los elementos. Es decir, minimizar la producción al mínimo indispensable, y cuando sea necesario hacer uso del producto, apostar por la reutilización de los elementos que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente.

De hecho, la estación espacial funciona como una economía circular a pequeña escala. Es una especie de entorno autosostenido o autosuficiente donde incluso transforman lo que ya no necesitan para construir nuevos materiales. ¿Cómo? Mediante una impresora 3D que funciona en microgravedad. Con ella fabrica, por ejemplo, herramientas para trabajar. Ya no es necesario que se lleven todo el equipo desde la tierra. Sino que se pueden construir en el momento en el que se necesite allí.

Las evidencias están ahí. El planeta no puede soportar un crecimiento económico lineal constante. Consecuencias como el cambio climático, que además afecta también a la economía, son la prueba de que la economía del cowboy tiene que quedarse de una vez por todas relegada a las llanuras del lejanos oeste del siglo XIX. Este sistema está condenando al fracaso en un mundo donde los vaqueros ya no son famosos ni en las películas.