Desigualdades climáticas: ¿cómo podemos construir un planeta más equitativo?

Las desigualdades que existen entre los países pueden acentuarse más si no hacemos algo para frenar los efectos del cambio climático. Construir un planeta sostenible y resiliente es responsabilidad de todos para frenar las desigualdades climáticas.
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El progreso, el crecimiento económico o la generación de riqueza han estado vinculados siempre a la explotación de la naturaleza. El actual modelo de producción y gestión de recursos, bienes y servicios está llevando al planeta a una situación insostenible, además de incrementar notablemente la desigualdad. El pasado agosto nuestra demanda de recursos naturales desde que comenzó el año superó la capacidad que tiene el planeta para regenerarlos a lo largo de todo 2020.

Sin embargo, no se produce ni se consume por igual en todas las partes del planeta. La desigualdad también se hace latente en las posibilidades de crecimiento de los países más pobres, en cómo se consume en los más ricos o en la dependencia de los combustibles fósiles, entre otros factores. Además, los efectos del cambio climático son mucho más notables en países con menos recursos, lo que aumenta aún más la desigualdad. 

Pese a los diferentes escenarios, nos encontramos ante una única realidad: todos compartimos el mismo planeta y de todos depende su cuidado. El desarrollo sostenible implica promover un crecimiento económico que genere riqueza equitativa para todos sin dañar el medio ambiente. Para conseguirlo, los gobiernos, las empresas y los ciudadanos deben unirse para emprender acciones transformadoras ahora, tomando medidas como trazar un plan para alcanzar la neutralidad en carbono.

 

Los extremos de la desigualdad climática

El Banco Mundial estima que las ganancias generadas por la explotación de recursos no renovables (combustibles fósiles y minerales), así como por la sobreexplotación de bosques por sí sola, contribuyen al 2,5% de la producción económica mundial, es decir, 2,2 billones de dólares estadounidenses.

Sin embargo, en los países en desarrollo la cifra aumenta hasta el 10,7% del PIB, y algunos países como la República del Congo deben el 54,9% de su PIB a la extracción de estos recursos. El Foro Económico Mundial (FEM) afirma que, en lugar de utilizar estas rentas de la naturaleza en el desarrollo de instituciones y capital humano a largo plazo, a menudo se encuentran vinculadas con un aumento de los conflictos y la corrupción.

La brecha no se limita a la explotación de recursos. Existe una desigualdad importante también en su consumo. Un informe de WWF que compara las diferentes huellas ecológicas (la relación entre la demanda humana de recursos existentes y la capacidad ecológica de regenerarlos) de los Estados miembros de la UE y las de otros países del mundo, concluye que los europeos viven como si tuvieran 2,8 planetas a su disposición.

La desigualdad también se hace latente en los efectos del cambio climático, ya que su impacto no se experimenta de la misma forma alrededor del mundo, siendo los países tropicales lo más afectados. De acuerdo con el Informe Social Mundial 2020: la desigualdad en un mundo en rápida transformación, el cambio climático ha hecho a los países pobres más pobres. El documento advierte que, si no se toman medidas de inmediato, millones de personas pueden acabar en la pobreza en 10 años.

Si la temperatura sigue subiendo, la desigualdad también crecerá. Asistiríamos, por ejemplo, a un alarmante aumento del nivel del mar, lo que expondría a 69 millones de personas a catástrofes naturales.  como inundaciones en las zonas de costa. El acceso al agua también se vería afectado y 410 millones de personas quedarían expuestas a sequías y a la falta de este bien.

 

Apostar por un nuevo modelo económico que sea sostenible

Por suerte, en algunas partes del mundo los gobiernos y las instituciones ya se han puesto manos a la obra y han comenzado a tomar medidas para conseguir una economía neutra en emisiones, que proteja la biodiversidad y que contribuya a construir sociedades más equitativas y resilientes.

La construcción de este nuevo modelo económico, requiere que los gobiernos y las empresas reconozcan el tremendo potencial que ofrece invertir en la naturaleza en lugar de agotar sus recursos no renovables. El Pacto Verde Europeo o Green Deal,  es un buen ejemplo del compromiso del sector público y privado con este tipo de crecimiento verde. Es un plan ambicioso para luchar contra el cambio climático con 50 medidas concretas de acción y un gran objetivo final: que Europa alcance la neutralidad en carbono en el año 2050, desligando el crecimiento económico del uso de recursos del planeta, y reducir las emisiones hasta un 55% en los próximos 10 años.

Sin embargo, terminar con las desigualdades requiere no dejar a nadie atrás y la transición hacia otras formas de producción y consumo tiene que ser justa. Es necesario invertir en comunidades y países en desarrollo, que a menudo incluyen los hábitats más amenazados.

Nos encontramos en una coyuntura crítica para el futuro de la humanidad. Ahora es el momento de abordar la emergencia climática y de movilizar la solidaridad y el liderazgo necesarios para que se produzca el cambio hacia un desarrollo sostenible. Es la única opción para salvar el planeta y lograr una sociedad justa.

 

Fuentes: World Economic Forum, WWF