Las medusas en las playas no son el problema, son señales del cambio climático

Y lo mismo ocurre con los virus que traen los mosquitos o los osos polares, incapaces de hibernar, o la proliferación de las garrapatas.
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Algunos piensan que las medusas que aparecen en las playas solo se han inventado para fastidiarnos las vacaciones, como los mosquitos o las garrapatas. Pero en realidad sus dolorosos picotazos son gritos, y no solo los nuestros. Grita la naturaleza, afectada por un cambio climático que a ritmo vertiginoso está desequilibrando el mundo, dando patadas a un tablero de juego cuyas reglas se habían mantenido más o menos inmutables en los últimos 15.000 años, desde el final de la última glaciación.

Porque, atención negacionistas, según un estudio publicado en la revista Science, los grandes cambios climáticos de los últimos 2,5 millones de años fueron causados por desajustes naturales en el eje de rotación de la Tierra. Los de ahora, lo ha demostrado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), son producto de la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera debido a nuestro disparatado consumo de combustibles fósiles.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

Más medusas en las playas, pero también en el Ártico

La presencia de grandes bancos de medusas que arriban por toneladas a las playas en verano no es un hecho aislado en el Mediterráneo. En realidad no hay mar que no las sufra, ya sean las costas del Golfo de México, del noreste de Australia, las atlánticas de Canarias o las cantábricas de Galicia, Asturias o el País Vasco. Y el problema no se soluciona poniendo redes para evitar la llegada de medusas a las playas, medida que los expertos tachan de meras “tiritas ambientales”.

Al llover cada vez menos y aumentar la radiación solar, las aguas están más calientes, algo que encanta a estos gelatinosos y urticantes animales marinos, pues el calor acelera su metabolismo. Incluso el helado Ártico se está calentando, hasta el punto de que un reciente estudio científico calcula que siete de las ocho especies de medusas más habituales allí desplazarán sus hábitats al norte como respuesta al cambio climático.

 

Virus a lomos de mosquitos

De las medusas en las playas ahora pasar a los mosquitos; especialmente algunos tan peligrosos como el mosquito tigre. Es una especie invasora de origen asiático que en apenas 20 años ha conquistado el sur de Europa. Y que no solo pica igual de día que de noche, provocando dolorosas picaduras. El verdadero problema es su capacidad para transmitir enfermedades virales como el dengue, el zika o la fiebre amarilla.

Sus primos locales, los mosquitos comunes del género Culex, los autóctonos, también se han convertido en un serio peligro en las costas mediterráneas pues, igualmente afectados por los cambios globales en el clima, han comenzado a contagiar el virus del Nilo occidental. Un nuevo estudio acaba de relacionar los cada vez más frecuentes inviernos cálidos con la extensión de esta enfermedad en el sur de España, lo que demuestra la singularidad de esta infección asociada al cambio climático.

 

El proliferación de garrapatas

Otro bicho que no nos gusta nada es la garrapata. En los últimos años, se ha registrado un acuciante incremento en las poblaciones de este tipo de insectos chupasangre portadores de enfermedades en diversas regiones de Europa y América. Este aumento no es una mera fluctuación natural, sino consecuencia directa del cambio climático, que ha alterado tanto los patrones climáticos como los ecosistemas, facilitando la propagación de estas criaturas.

Con el incremento global de las temperaturas, las garrapatas han encontrado en los inviernos más suaves y los veranos más largos condiciones ideales para su proliferación. En lugares como el norte de México y gran parte de los Estados Unidos, especialmente en áreas rurales y boscosas, han expandido su hábitat a nuevas regiones que antes no estaban afectadas. A lomos de ellas se han disparado los casos de contagio de enfermedades graves como la de Lyme, la fiebre maculosa y la anaplasmosis.

En México, donde las garrapatas solían ser más comunes en áreas rurales y ganaderas, el aumento de la temperatura y la humedad ha propiciado su expansión a zonas más urbanizadas, generando una preocupación creciente en los servicios de salud pública.

 

Osos pardos insomnes

Pero no solo lo vemos en criaturas diminutas. En el norte de Estados Unidos, los excursionistas y amantes de la naturaleza están cada vez más preocupados por los cambios en los patrones de hibernación de los osos pardos, un fenómeno directamente relacionado con el calentamiento global.

Tradicionalmente, estos grandes plantígrados pasan el invierno en un estado de letargo profundo que dura entre cinco y siete meses. Durante ese tiempo sobreviven únicamente con las reservas de grasa acumuladas durante el verano y el otoño. Sin embargo, el calentamiento global ha desestabilizado este ciclo natural, haciendo que muchos osos pospongan, interrumpan o incluso eviten por completo la hibernación. El cambio está causando encuentros más frecuentes y peligrosos entre humanos y osos, especialmente en áreas populares para el senderismo y el camping de Montana, Wyoming, Washington y las zonas boscosas del noreste.

Según estudios recientes, algunos osos en regiones como los parques de Yellowstone y Glacier están retrasando su hibernación hasta un mes más tarde de lo habitual, mientras otros están despertando antes de tiempo debido a fluctuaciones anómalas en las temperaturas invernales. Peor aún, en áreas donde las temperaturas no bajan lo suficiente, algunos osos renuncian por completo a la hibernación, permaneciendo activos durante todo el invierno.

 

Sin hielo y con demasiada hambre

También el oso polar, símbolo icónico de la vida salvaje en el Ártico, se enfrenta a una crisis sin precedentes debido al cambio climático. A consecuencia del deshielo, la pérdida acelerada de su hábitat y la escasez de alimentos están llevando a estos depredadores a situaciones desesperadas. Como pasar más tiempo en tierra firme, lejos de unos hielos flotantes cada vez menos numerosos. Esto no solo los aleja de sus presas tradicionales, como las focas, sino que también los empuja hacia áreas habitadas por humanos en busca de comida, ya sea ganado e incluso basura.

En localidades remotas del Ártico, los encuentros entre osos polares y personas se han vuelto más comunes y peligrosos. Un fenómeno directamente vinculado al calentamiento global.

 

Los gritos del cambio

Con las proyecciones actuales de calentamiento global desarrolladas por el IPCC, es probable que la expansión de medusas en las playas, mosquitos, garrapatas y sus enfermedades asociadas vayan a más. Que los osos pardos hibernen menos y que los osos polares se acerquen más a los pueblos.

Los modelos climáticos sugieren que, para finales de este siglo, muchas regiones que hoy están libres de estos problemas podrían convertirse en zonas de alto riesgo, poniendo en peligro tanto a la fauna como a las poblaciones humanas. Y que todo ello tendrá un fuerte impacto económico.

Son los gritos del cambio climático, las señales que nos envía la naturaleza para aumentar nuestros esfuerzos en la descarbonización urgente de la economía mundial. Porque todavía es posible evitar los efectos más drásticos, pero esa ventana de oportunidad es cada día más pequeña. Y los problemas no dejan de aumentar.

 

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