Conclusiones de la COP29

Existe un acuerdo y es una buena noticia, pero aún falta ambición en la descarbonización y las cuestiones sobre financiación no alcanzan las expectativas. Hacemos balance de la COP29.
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Grandes ausencias y negociaciones arduas marcaron la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), que reunió a casi 200 países en Bakú, Azerbaiyán. En la llamada “Cumbre de las finanzas”, todas las miradas estaban puestas en el nuevo objetivo de financiación climática, que debía ser lo suficientemente ambicioso para permitir que los países en desarrollo reduzcan sus emisiones y se adapten a la crisis climática.

Sin embargo, ahora que los participantes han hecho la maleta de vuelta, parece que los resultados son elevandos pero menos de lo deseado. Hasta el último día, los países ricos evitaron comprometerse con una cifra concreta. El acuerdo final, adoptado tras treinta horas adicionales de negociaciones, fijó un monto de 300.000 millones de dólares anuales hasta 2035, muy por debajo de los 1,3 billones que exigen los países más afectados por el cambio climático.

 

Un nuevo objetivo, muchas críticas

La cumbre climática giró en torno al Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Financiación del Climática (NCQG por sus siglas en inglés), que debía reemplazar los 100.000 millones de dólares anuales, pactados en 2009, por una meta más ambiciosa. Pero hasta el penúltimo día de la COP29, el borrador del acuerdo carecía de una cifra específica.

En un intento por salvar las negociaciones, António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, hizo un llamado urgente en la recta final: “El fracaso no es una opción”, afirmó, subrayando que la financiación climática no es una "limosna", sino “una inversión contra el caos climático”.

Así, en el último día oficial de la COP29, un segundo borrador propuso que los países del norte global paguen 250.000 millones de dólares al año al sur global. Nada más lejos de la propuesta de los países en vías de desarrollo, que insistieron en un mínimo de 1,3 billones de dólares al año.

Al final, tras 30 horas extra de negociaciones, el acuerdo fijó el nuevo objetivo en 300.000 millones de dólares al año, el triple de la meta anterior. Si bien el texto insta a aumentar los fondos hasta llegar a los 1,3 billones anuales para 2035, la falta de claridad sobre cómo se logrará esta meta ha dejado una sensación de incertidumbre.

Además, la decisión de permitir que los fondos provengan de “una amplia variedad de fuentes públicas, privadas, bilaterales, multilaterales y alternativas” debilita el principio de responsabilidad de los países desarrollados. Esto generó fuertes críticas desde las naciones del sur global, que calificaron el acuerdo de “insuficiente” y un “insulto”.

El negociador boliviano Diego Pacheco expresó esa frustración de forma contundente: “Pasamos de la era de no dejar a nadie atrás a la de sálvese quien pueda. El pago de la justicia climática es un derecho del Sur Global”.

 

Mercados de carbono: avances y dudas

Otra protagonista de la COP29 fueron los mercados de carbono. Tras casi una década de conversaciones, en el primer día de las negociaciones en Bakú se aprobaron las reglas para que comience a funcionar un mecanismo de mercado de carbono regulado por Naciones Unidas.

Este paso estaba previsto desde el Acuerdo de París de 2015 que, en su artículo 6, establece que se debe crear un mecanismo diferente al mercado voluntario de carbono, el cual es gestionado por organizaciones privadas.

Este nuevo mercado deberá ajustarse a normas científicas del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Además, los países participantes tendrán que informar a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) sobre cómo calculan las emisiones comercializadas y cómo garantizan que los proyectos respeten los derechos humanos y laborales, así como los de las comunidades afectadas.

 

¿Y los combustibles fósiles?

El acuerdo histórico de la COP28, que estableció el “principio del fin” de los combustibles fósiles, no tuvo continuidad en Bakú. De hecho, según un análisis de la coalición Kick Big Polluters Out (KBPO), más de 1.700 lobbistas de combustibles fósiles participaron en las negociaciones, una cifra récord que refleja la influencia de esta industria.

De ahí que, en otro de los textos aprobados en la cumbre, se reafirma “la necesidad de reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero en consonancia con las trayectorias de 1,5 °C”, pero optaron por no incluir una mención explícita al fin de los combustibles fósiles.

En su lugar, se destaca que “los combustibles de transición pueden desempeñar un papel para facilitar la transición energética y garantizar la seguridad energética”, una alusión directa al gas natural fósil, cuya promoción preocupa por ralentizar el cambio hacia energías renovables.

La próxima cumbre de clima se celebrará en noviembre de 2025 en Belém, Brasil. Sin embargo, con unos compromisos tan cuestionados, el futuro de los países en desarrollo y de los objetivos de descarbonización siguen siendo un reto frente a una crisis climática que no espera.

 

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